El TDAH puede presentarse en diversos momentos de la vida y de diversas maneras. Esto depende de muchos factores, como sus características específicas, su severidad, de los problemas a los que esté asociado, del nivel intelectual del que lo padece y de las condiciones en el hogar y en el colegio.
El TDAH puede manifestarse en el primer año de vida, cuando el componente de hiperactividad e impulsividad es importante. El bebito suele llorar constantemente y tener un sueño nocturno interrumpido. Cuando el bebé comienza a caminar se puede notar el exceso de actividad que tiene y se observa que corre en vez de caminar. Es común que grite o chille en lugar de hablar.
En el nido, se hace evidente la dificultad que tiene el niño de estar quieto, de prestar atención a lo que se le dice, de seguir las indicaciones que se dan a toda la clase, de aceptar límites a sus deseos, de controlar sus impulsos y movimientos.
Es más frecuente que el TDAH se manifieste con el comienzo del colegio; se evidencia, por ejemplo, en la dificultad que muestran los niños al aprender a leer y escribir. El TDAH es más fácil de detectar en los niños que presentan hiperactividad que en los que solo son desatentos.
En diversas oportunidades, el TDAH puede no reconocerse hasta el inicio de la secundaria o hasta el momento de ingresar a la universidad, sobre todo cuando el niño o joven tiene un alto nivel intelectual y existe un excelente apoyo desde su casa.
Cuando el desorden no es detectado ni en la niñez ni en la adolescencia, o no ha sido bien manejado (muchas veces los padres no aceptan la medicación o interrumpen el tratamiento por falta de información), hay un mayor riesgo de que la persona caiga en la drogadicción; esto se da, sobre todo, en las personas que tienen problemas de conducta asociados.
Como último dato, el TDAH también puede ser diagnosticado en la adultez, lo que se da generalmente en los padres de los chicos con el trastorno, al comparar y encontrar similitud entre sus síntomas y los de sus hijos. Lo que ocurre también, en algunos casos, es que los adultos que ya han sido diagnosticados en alguna ocasión pasada, se hacen conscientes de los problemas que les trae este trastorno y buscan ayuda. Durante la adultez suelen verse los problemas que trae el TDAH a largo plazo: frustración de las metas personales, dificultad para mantener un trabajo, dificultades en las relaciones de pareja, dificultad para criar adecuadamente a sus hijos, alcoholismo, drogadicción, etc.
El TDAH puede manifestarse en el primer año de vida, cuando el componente de hiperactividad e impulsividad es importante. El bebito suele llorar constantemente y tener un sueño nocturno interrumpido. Cuando el bebé comienza a caminar se puede notar el exceso de actividad que tiene y se observa que corre en vez de caminar. Es común que grite o chille en lugar de hablar.
En el nido, se hace evidente la dificultad que tiene el niño de estar quieto, de prestar atención a lo que se le dice, de seguir las indicaciones que se dan a toda la clase, de aceptar límites a sus deseos, de controlar sus impulsos y movimientos.
Es más frecuente que el TDAH se manifieste con el comienzo del colegio; se evidencia, por ejemplo, en la dificultad que muestran los niños al aprender a leer y escribir. El TDAH es más fácil de detectar en los niños que presentan hiperactividad que en los que solo son desatentos.
En diversas oportunidades, el TDAH puede no reconocerse hasta el inicio de la secundaria o hasta el momento de ingresar a la universidad, sobre todo cuando el niño o joven tiene un alto nivel intelectual y existe un excelente apoyo desde su casa.
Cuando el desorden no es detectado ni en la niñez ni en la adolescencia, o no ha sido bien manejado (muchas veces los padres no aceptan la medicación o interrumpen el tratamiento por falta de información), hay un mayor riesgo de que la persona caiga en la drogadicción; esto se da, sobre todo, en las personas que tienen problemas de conducta asociados.
Como último dato, el TDAH también puede ser diagnosticado en la adultez, lo que se da generalmente en los padres de los chicos con el trastorno, al comparar y encontrar similitud entre sus síntomas y los de sus hijos. Lo que ocurre también, en algunos casos, es que los adultos que ya han sido diagnosticados en alguna ocasión pasada, se hacen conscientes de los problemas que les trae este trastorno y buscan ayuda. Durante la adultez suelen verse los problemas que trae el TDAH a largo plazo: frustración de las metas personales, dificultad para mantener un trabajo, dificultades en las relaciones de pareja, dificultad para criar adecuadamente a sus hijos, alcoholismo, drogadicción, etc.
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